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Vida Cristiana

¿Adoración o Manipulación? (Sexta Parte)

Si las canciones son débiles en letra pero poderosas melódica y musicalmente el panorama que se avecina es peligroso.

Ya estamos en la recta final de los escenarios que propician la manipulación en la adoración. Espero que a esta altura hayas comprendido que la manipulación es un error en el que cualquier director de adoración — incluso el más experimentado — podría incurrir. Soy de los que prefiere pensar que a veces caemos en manipulación más por ignorancia que por mala intención. Por lo tanto, todos debemos estar atentos a nuestra forma de dirigir para no incurrir en esta falta. Vuelvo a preguntar: ¿cuándo un director de adoración podría convertirse en un manipulador?

  1. Cuando el director sacrifica las letras por lo rítmico y musical.

Por un lado ya he dicho que la obra de la Palabra y del Espíritu, y la disposición del adorador de aceptar la invitación divina de adorar, son los elementos esenciales para que se produzca verdadera adoración; por el otro, la vez pasada expliqué que la obra de la Palabra y el Espíritu y esa disposición, pueden experimentarse durante el servicio de adoración a través de la sana dirección y el mensaje de las canciones seleccionadas para cantar. En la entrada anterior hablé de la sana dirección; hoy hablaré del mensaje de las canciones.

¿Por qué el mensaje de las canciones es importante para que la Palabra y el Espíritu obren y afecten la disposición del adorador para aceptar la invitación de adorar? Porque el mensaje contenido en las letras es el que habla a la mente del creyente mostrándole el carácter glorioso de Dios o sus grandiosas obras de modo que se sienta motivado a unirse al resto de adoradores congregados y adorar profundamente a ese Dios del que hablan las canciones.

Ojo, no es la melodía ni la musicalización lo que primordialmente logra esto; es la letra. La melodía y la música podrían emocionar al creyente, cosa que no está mal; sin embargo, solo el mensaje de la canción puede llevarlo al nivel de adorar a Dios “en verdad”, conforme lo enseña Juan 4:23-24. Entendamos por “adorar en verdad” a la adoración fundamentada en la verdad de la Palabra de Dios.

En este sentido la acotación que hace John MacArthur sobre la teología y la adoración son pertinentes. Él afirma:

“La adoración solo es elevada según tu entendimiento. Entre más profundo tu entendimiento de Dios mismo y su verdad, más elevada va a ser tu adoración. La adoración es directamente proporcional al entendimiento. Entre más rica es tu teología, más rico será tu entendimiento y más elevada será tu adoración. Un entendimiento superficial de Dios lleva a una adoración superficial”.

Esto significa que canciones con mensajes débiles y letras superficiales no pueden estimular la adoración “en verdad”. Eso solo lo pueden lograr las letras bíblicas, teológicas, doctrinales y poéticamente bien elaboradas. Si el mensaje de la letra de una canción es débil y la emoción de la melodía y la música es más fuerte, se corre el riesgo de estimular más la emoción del adorador que el hecho mismo de “adorar en verdad”.

Aunque la emoción puede formar parte de la experiencia de adorar, la emoción en sí misma no es adoración.

Cuando entrevisté al cantante norteamericano Steve Green hablamos acerca de su forma de componer, pero mientras conversábamos no pudimos esquivar hablar de la adoración congregacional. Él me dijo:

“Fui a una conferencia en México, fue de varios días, grupo tras grupo y todo era música de alabanza y adoración. Los que cantaban eran como cheerleaders — animadoras que están allí en un partido de fútbol — y decían a la gente: ‘¡Griten más! ¡Salten más! ¡Alaben más!’ Y después de tres horas de oír eso, ¡yo no aguantaba más! Porque había gritado más, saltado más y alabado más. Ellos cada treinta segundos me daban instrucciones de cómo responder; no solo me decían qué hacer físicamente, sino que hasta me decían cómo debía yo responder a Dios. Decían: ‘Si aman a Dios, ¡haga esto! Si están contentos de estar aquí esta noche, ¡haga esto!’ Ellos se paraban en frente y daban instrucciones a todos nosotros sobre qué hacer, qué pensar y cómo responder.

Mira, una vez una mujer le escribió a C.S. Lewis y le dijo que ella quería escribir novelas de ficción para niños y le preguntó cómo podía ser una mejor escritora. Y él le respondió: “Ustedes los americanos usan muchos adjetivos. Ustedes dicen: ‘El bosque era tenebroso’. Mejor sería que describieran el bosque y que el lector concluyera que el bosque es tenebroso.

Cuando yo leí eso pensé que lo mismo podría ser en nuestras canciones. Mejor sería describir a Dios, pero eso cuesta… Pensar, estudiar, ¡eso cuesta! Si lo hacemos bien en las canciones, nuestros oyentes, sin que les digamos nada, concluirían: ‘¡Wow! ¡Dios es digno de mi adoración!’ O: ‘¡Él es más bueno de lo que yo pensaba!’ Todo esto sin que yo les diga a los oyentes cómo pensar y responder delante de Dios. Yo tengo que escribir canciones que describan a Dios, su gracia, su amor, su santidad, de una manera donde sin que yo les diga nada, la gente llegue a una conclusión propia, una conclusión que será una alabanza que brote de ellos y que será real”.

¿Qué pasa entonces en la alabanza y adoración contemporánea? Que un gran porcentaje de canciones contienen letras que no son relevantes en su mensaje. Entonces cuando algunos directores no ven las respuestas externas que desean ver o simplemente perciben que la iglesia no está adorando, se ponen a pedir que la gente haga decenas de cosas para cubrir su desatino en la selección de canciones — si no es por su poca comprensión de lo que es la adoración.

Si las letras de nuestras canciones fueran lo suficientemente bíblicas, teológicas y doctrinales, el Espíritu Santo podría usar sus versos para despertar el espíritu aletargado de algunos congregados. El problema radica en que los directores de adoración seleccionan canciones débiles en letra y plagadas de clichés, y por lo tanto, al no producirse la reacción que ellos esperan, se sienten obligados a coaccionar a las personas y así producir lo que no está sucediendo de forma natural.

Si las canciones son débiles en letra pero poderosas melódica y musicalmente el panorama que se avecina es peligroso. En ese lugar podría haber emocionalismo pero no adoración “en verdad”. Podría haber gente eufórica y hasta en estados de éxtasis, pero no necesariamente adoración verdadera.

De nuevo: la emoción en sí misma no es adoración aunque la emoción pueda estar presente en la experiencia de adorar.

¡Advertencia! Tú podrías ser un director a quien jamás se le ocurriría manipular a los creyentes, pero como las canciones que seleccionaste no dicen algo que enriquezca el conocimiento de Dios en la mente del adorador podría estar incurriendo en manipulación emocional sin que se lo haya propuesto. ¿Por qué? Porque al darle más prioridad a lo rítmico y musical por default estás priorizando la emoción más que al hecho de cantar con un entendimiento más profundo de Dios, que solo las letras teológicas y poéticamente bien elaboradas pueden lograr.

Mira, la música en sí misma, sin letra, puede emocionar a las personas haciéndoles creer que están adorando a Dios cuando eso no necesariamente podría estar sucediendo. Sí, la gente podría emocionarse pero no adorando. Así que dele prioridad a la selección de las canciones de adoración con buenas letras y evita ser parte de cualquier tipo de manipulación.

Continúa…