Después de seis escenarios que podrían propiciar la manipulación en la adoración, llegamos al séptimo. Por favor no pienses que tú como director, músico o cantante estás exento de caer en ella. Todos podemos ser tentados a manipular y es allí donde con humildad debemos pedirle al Señor que nos enseñe a dirigir de mejor manera a su pueblo. Por eso vuelvo a preguntar: ¿cuándo un director corre el riesgo de manipular?
- Cuando el director obliga a las personas a adorar.
A medida que he venido enumerando esas cosas que provocan que un director se convierta en un manipulador, he repetido insistentemente que la adoración depende de la obra de la Palabra y del Espíritu, y de la disposición del corazón del creyente ante la invitación divina de adorar. No depende del pastor, del director de adoración ni del equipo de alabanza, sino de la Palabra y del Espíritu, y de la disposición interior del adorador. La pregunta es: ¿cuándo los adoradores experimentan dicha obra? ¿Cuándo reciben dicha invitación? ¿Antes de la reunión de adoración o durante la misma?
La verdad es que puede ocurrir en ambos momentos. Cuando un adorador es un verdadero adorador, es decir, que no solo adora en los servicios de la iglesia sino también entre semana, a solas y en privado, la obra de la Palabra y del Espíritu se hará presente en su vida afectando positivamente la disposición del corazón.
El estudio serio de la Escritura y la oración fervorosa son los que permiten que dicha obra se efectúe.
Lo anterior sumado a la actitud obediente del adorador es que facilita que la adoración aflore tanto a diario como durante los servicios de la iglesia. ¡Ojala todos los creyentes tuviéramos disciplinas espirituales! Si las practicáramos fielmente haríamos más fácil el trabajo de los directores de adoración en cada servicio.
Entonces, ¿cómo se experimenta la obra de la Palabra y del Espíritu, y se recibe la invitación de adorar durante el servicio de adoración? A través de la sana dirección y del mensaje de las canciones seleccionadas para cantar.
En esta entrada hablaré de la sana dirección y en la siguiente del mensaje de las canciones.
Con sana dirección me refiero a que el director de adoración es eso: un director. Él dirige a las personas y anima a los hermanos para que se unan a cantar y a adorar. Si quiere verlo así, un director de adoración es un “invitador a la adoración”. La función del director es invitar, no obligar. El invitador anima a las personas a que se unan a cantar; el obligador coacciona, presiona… manipula.
El servicio de adoración es como un gran banquete al que Dios nos invita a participar para tener comunión con él. El director de adoración simplemente debe invitar a los creyentes a que se sienten a la mesa y disfruten de la comunión con su Dios, al mismo tiempo que él está sentado en dicha mesa confraternizando con su Señor. ¿Cómo los invita? Animándolos a cantar, citando las Escrituras ocasionalmente y hasta modelando con su propia vida cuánto disfruta adorar a Dios.
El problema de ciertos directores es que se ponen tensos cuando perciben que los adoradores no están aceptando la invitación. Entonces comienzan a presionar y fuerzan a la gente a que se sienten a la mesa. Mira, tu labor como director es invitar, nada más. Si ya invitaste a las personas y percibes que no están aceptando la invitación, ¡relájate! Disfruta de tu asiento en la mesa y vuélvelos a invitar un par de veces más sin presionar porque tu labor es invitar, no obligar. Por eso me gusta cómo define Bob Sorge — autor del libro Exploración de la Adoración — la función principal del ministerio de alabanza: “la labor principal del director de adoración es brindar la mejor oportunidad para que la iglesia adore”.
¿Sabes qué significa eso? Que tu labor como director es brindar esa oportunidad para que los hermanos se expresen ante el Señor, ¡allá ellos si la aprovechan o no!
El problema de muchos directores es que les gusta el control. Quieren controlar todo aspecto del servicio de adoración, ¡incluso a los adoradores! Ya sea porque tienen una falla de carácter (como expliqué en artículos pasados) o porque así les enseñaron a dirigir. El problema es que cuando quieren controlar a los adoradores asumen un rol que no les corresponde: el de la Palabra y el Espíritu.
El típico ejemplo de director de adoración que quiere obligar a la gente a que adoren es el director-predicador. Ese que entre canto y canto sermonea a los hermanos esperando que sus intervenciones estilo evangelista provoquen que la gente reaccione como él quiere que reaccionen. Ahora, no todos los directores que predican entre canción y canción obligan, muchas veces es un mal hábito que nadie los ha confrontado a abandonar; pero hay un gran porcentaje de directores-predicadores que en el fondo les frustra que las personas no adoren como ellos quieren y por eso los sermonean vez tras vez.
¿Por qué esos directores de adoración no dejan en paz a la congregación y le dejan la labor de predicar al pastor de la iglesia? ¿Por qué esos directores mejor no buscan a un psicólogo que les ayude a curar su insano deseo de controlar? ¿Ah? ¡Digo! 😉
De nuevo: tu labor es invitar, no obligar. Por lo tanto, ¿invitaste a las personas a adorar y ellos no aceptaron la invitación? Entonces cuando bajes de la plataforma siéntete satisfecho de que lo intentaste. No importa si no hubo respuestas efusivas o emocionales mientras dirigías; lo importante es que les brindaste la mejor oportunidad para que se expresaran. De ellos dependió el hecho de aceptar o no la invitación de sentarse a la mesa. Tú cumpliste tu función de invitador y te aseguro que eso agradó al Dios que a ti también te llamó a disfrutar del banquete.