Como parte del equipo que se encarga de organizar uno de los congresos de alabanza de mayor afluencia en El Salvador, el Congreso Integral, tengo la oportunidad de tener acceso a información privilegiada en cuanto a la invitación de los cantantes. Por eso, a Alex Navas y a mí nos impresionó la forma como Mike Herron — que en su momento fue mentor de Marcos Witt — abordó el tema de la ofrenda para su visita en mayo de 2011. Cuando Alex le preguntó sobre el tema de sus honorarios, Mike le respondió en un email: “Sean lo más generosos que puedan ser sin que eso perjudique su presupuesto”.
¡Uau! Ambos estábamos sorprendidos y Alex, como cabeza del evento, le dio una ofrenda sumamente generosa por su actitud y por lo especial que fueron sus participaciones.
¿No crees que eso es mejor que decir: “Si no me das 2.500 dólares… ¡No voy!”?
No es malo que el predicador o el cantante reciba dinero en concepto de ofrenda y honorarios por sus participaciones en un evento. Es totalmente legítimo que lo reciba porque el Señor dijo que “el obrero es digno de su salario” y porque culturalmente la iglesia evangélica ha honrado de esa manera a quienes ministran desde el altar.
Lee detenidamente las siguientes palabras del apóstol Pablo:
8 En primer lugar, por medio de Jesucristo doy gracias a mi Dios por todos ustedes, pues en el mundo entero se habla bien de su fe. 9 Dios, a quien sirvo de corazón predicando el evangelio de su Hijo, me es testigo de que los recuerdo a ustedes sin cesar. 10 Siempre pido en mis oraciones que, si es la voluntad de Dios, por fin se me abra ahora el camino para ir a visitarlos.
11 Tengo muchos deseos de verlos para impartirles algún don espiritual que los fortalezca; 12 mejor dicho, para que unos a otros nos animemos con la fe que compartimos.
Romanos 1:8-12 NTV.
Fíjate, la motivación del apóstol de viajar era un ardiente deseo de estar con sus hermanos y compartir “algún don espiritual”. Es decir, serles de bendición a todos ellos. Pero ojo, él menciona un detalle sumamente interesante con respecto a su viaje: “La voluntad de Dios”. ¿Lo notaste?
¿Era la voluntad de Dios que Pablo viajara a Roma? ¿Era el momento de estar con los hermanos y ministrarles? Aparentemente no, ya que el contexto de Romanos 1 nos dice que había tenido estorbos para conseguir dicho objetivo.
Mi pregunta para quienes establecen una tarifa mínima para ir a ministrar a las iglesias o a algún país, es: ¿Qué tal si es la voluntad de Dios que vayan a compartir sus dones espirituales a cierto lugar? ¿Qué tal si está dentro de los planes de Dios que vayan a bendecir a los hermanos de una ciudad? ¿Irían?
¿Sabes qué pasaría con algunos ministerios itinerantes? Que es muy probable que no vayan a pesar de que fuera la voluntad de Dios. ¿Sabes por qué? Porque han condicionado su obediencia a si les dan o no cierta cantidad de dinero. “Si me dan tanto voy, si no… ¡Olvídalo!”
El problema de establecer una cuota mínima es que tendrían problemas para obedecer al Señor debido a que si él les indicara ir, no discernirían su guía al respecto producto del paradigma de la ofrenda mínima. Es decir, su obediencia se vería frenada por su filosofía de ministerio.
Ojo: Yo no estoy diciendo que el predicador o el cantante deba ir gratis. Aunque pensándolo bien… Y si el Espíritu Santo les indicara que lo hicieran, ¿irían gratis? ¿Ah? Quién les hizo el llamado al ministerio es el mismo que les proveerá, ¿no es cierto? ¿No es eso a lo que un momento le llamábamos “vivir por fe”? ¿En dónde nos extraviamos del camino?
Mi punto es que el Señor debe ser el dueño de nuestra agenda y que debemos poner en oración toda invitación. ¿Por qué? Porque así como hay lugares a los que Dios quiere que vayas a ministrar, habrá lugares a los que no. ¿No dijo Pablo: “Si es la voluntad de Dios, por fin se me abra ahora el camino para ir a visitarlos”? Por lo tanto, la voluntad de Dios es la que debe regirnos y no cuánto dinero nos darán.
Mira, unos primos míos son pastores en Guatemala y por años han sido amigos del cantante Oscar Medina. Aunque actualmente él no es muy conocido, pues por la década de los ‘80s y ‘90s era muy popular. En ese entonces mis primos tenían una iglesia de unas cien personas y Oscar Medina se comprometió a ir a cantar el domingo a la congregación.
Un día antes, me cuentan mis primos, Oscar recibió una llamada de una de las mega iglesias que hay en Guatemala. Más de cinco mil miembros en aquel entonces. Lo estaban invitando a cantar el domingo a la misma hora que él tenía que estar en el culto con mis primos. Oscar les dijo que no podía, que tenía otro compromiso. Esta mega iglesia tenía tantos deseos de que él estuviera con ellos que le prometieron una ofrenda de miles de dólares para que los acompañara. ¿Sabes qué hizo Oscar Medina? Les agradeció el gesto pero les dijo que tenía que honrar su palabra de estar en la iglesia de mis primos.
¿Sabes cómo se llama eso? Se llama tener las motivaciones correctas y no dejarse tentar por el dinero para ministrar o no en un lugar. Te aseguro que algunos cantantes de hoy hubieran hecho hasta lo imposible por cancelar su compromiso con la iglesita de mis primos con tal de ir a la mega iglesia y recibir semejante suma de dinero.
¿Qué hubieras hecho tú? ¿Qué hubiera hecho yo? No nos engañemos, ¡se nos hubiera acelerado el corazón! Je.
Alguien me dirá: “Noel, lo que pasa es que tú no estás a tiempo completo en la música, tienes un trabajo que te permite tener tus ingresos; sin embargo, quienes están de lleno en la música deben cobrar para llevar sustento a sus casas”.
Muy buen punto.
Yo no estoy en contra de que alguien reciba dinero por ir a ministrar a algún lugar. Lo que no me parece correcto, es que se exija cierta cantidad y se condicione el servicio al Señor a una tarifa rígida. Es decir, el problema estriba en la actitud y la intransigencia. No tanto en que se acuerde una cantidad. ¿Me doy a entender?
Por ejemplo, en lugar de ser inflexible y exigir un pago mínimo, ¿qué tal si buscáramos acordar con quienes nos invitan algo como lo que Mike Herron más o menos bosquejó? Imaginemos la siguiente conversación entre el organizador de un evento y un cantante más o menos conocido:
– Hola Hermano Fulano, gracias por recibir nuestra llamada. Estamos muy interesados en que nos acompañe en el evento de nuestra iglesia. ¿Cree que podría?
– Sí, claro. ¿Qué fecha será? (responde el cantante)
– Tales días y a tales horas.
– ¡Ah ok! Me parece bien. ¿Por qué no me da unos días para orar al respecto y tomar una decisión?
– Claro que sí Hermano Fulano. De paso, aprovecho para preguntarle sobre el tema de la ofrenda. Sabemos que debemos honrar sus servicios y por eso quisiéramos saber cuánto tenemos que darle y así evaluar si el monto se ajusta a nuestro presupuesto?
– Sí, claro. Después de pagar mi boleto aéreo, mi hospedaje y alimentación, por esa cantidad de días suelen ofrendarme 1.500 dólares.
– ¡Uau Hermano Fulano! Francamente eso se pasa de nuestro presupuesto. Pero si usted aceptara, con mucho esfuerzo podríamos ofrendarle 1.000 dólares. ¿Estaría dispuesto a venir a pesar que le demos eso?
– ¡Claro que sí Hermano! Yo estoy para servirle. Pero como le dije al principio, permítame orar al respecto, sigamos en contacto y cuando yo haya tomado una decisión podemos ultimar los detalles para hacer efectiva mi visita en las fechas que me mencionó.
Manejarse de ese modo suena más agradable que establecer un cantidad inamovible y decir: “Si usted no me da 1.500 dólares… ¡Olvídese de que yo vaya!”
El ejemplo anterior se aplica tanto a si esperas que te den 100, 1.000 o 10.000 dólares de ofrenda. El tema aquí es ser flexible, buscar la voluntad de Dios sobre la visita a dicho lugar y ceder en cuanto a la ofrenda que se te dará. El punto central es la voluntad de Dios y no los dólares que te pongan sobre la mesa.