La manipulación en la adoración es un tema tabú en la mayoría de iglesias evangélicas. Muy raras veces he oído que sea abordado desde los púlpitos o congresos de adoración y cuando se ha hecho, apenas se profundiza en él. El movimiento de adoración en nuestros días está plagado de manipuladores y soy de los que prefiere pensar que este problema se debe principalmente a la poca educación en cuanto a dirección de adoración, más que a directores perversos que pretenden engañar al rebaño. ¡Ojala no esté pecando de ingenuo!
El sitio Definicion.de brinda un concepto acerca de lo que es la manipulación. Dice:
La manipulación mental está asociada a la toma de control del comportamiento de un individuo o de un grupo mediante técnicas de persuasión o de presión psicológica… a través de diversas técnicas, el manipulador logra influir en las acciones, el pensamiento y las emociones del sujeto.
La manipulación puede darse en diversos ámbitos, desde la familia hasta conglomerados más grandes. En el caso que nos compete, la manipulación en la adoración se da a nivel de la iglesia local y si alguien participa de un concierto de música cristiana podría darse también allí. ¿Pero exactamente qué es manipular en la adoración? Es pretender influir en la percepción mental, estados de ánimo y comportamientos de los creyentes para hacerlos creer que están teniendo una experiencia de adoración a Dios cuando eso no necesariamente está sucediendo.
En este caso el manipulador puede ser tanto el pastor que preside la reunión como el director de adoración que está ministrando desde la plataforma. En esta serie de artículos me centraré en el director, no en el pastor. Por lo tanto, a continuación plantearé diez escenarios que te ayudarán a entender cómo un director de adoración corre el peligro de convertirse en un manipulador de la adoración, haciéndoles creer a todos que están adorando cuando eso no necesariamente está sucediendo. Te suplico por favor que leas cada uno de mis planteamientos con mucha atención ya que algunas prácticas que señalaré no es que sean incorrectas en sí mismas, pero sí lo es su excesivo uso o abuso.
¿Cuándo un Director Podría Convertirse en un Manipulador?
- Cuando el director cree que la adoración depende de él.
Como pilar fundamental establezcamos que la adoración a Dios no se puede producir en otros a través de medios humanos. Sí se pueden producir las expresiones visibles de ella o dicho de otro modo, todo lo que adorna exteriormente eso que llamamos “adoración congregacional”. Pero la adoración, la verdadera adoración a Dios, es invisible y ocurre en el interior del creyente. Alguien podría ser muy efusivo en sus expresiones de alabanza y no necesariamente estar adorando. Otro podría ser poco expresivo y hasta estar sentado durante todo el servicio y verdaderamente estar adorando desde su corazón. La adoración no siempre es cuantificable ni medible.
En esencia la manipulación en la adoración surge cuando el director de adoración cree que es el responsable de producir la experiencia de adoración ignorando que dicha experiencia no depende de él, sino de la obra de la Palabra y del Espíritu en el creyente y de la disposición de éste ante la invitación divina de adorar.
Cuando un director se empecina en creer que la adoración es su responsabilidad puede experimentar una variedad de emociones como enojo y frustración ya sea antes, durante o después de dirigir. Cuando un director cree que sin él la adoración es imposible y de paso, las cosas no ocurren tal y como las ha planeado, puede tornarse rudo con la congregación. Su enfado se evidencia al hablar ásperamente desde la plataforma. ¿Los ha visto alguna vez? Son esos directores que regañan desde el frente, le gritan a la iglesia y hasta se enfurecen mientras ministran.
¿Por qué los directores de adoración se enojan cuando la gente no responde como ellos esperan? ¿Por qué se enfadan cuando las cosas no suceden como ellos quisieran? En parte porque no están logrando su objetivo o porque perciben que la gente no está prestándoles atención, pero en el fondo se debe a que no están conscientes de que quieren producir algo que realmente ellos no pueden producir: verdadera adoración. ¡Y eso los frustra!
Otras emociones con las que lucha un director con complejo de “generador de adoración”, son la culpa y el desánimo. Si al dirigir percibe que no está logrando los resultados esperados, siente que algo está mal en él y que es el culpable de que la gente no se haya conectado con Dios. Junto con la culpa viene el desánimo ya que si esta sensación aparece repetidamente poco a poco se va sintiendo impotente ante el gran desafío de la adoración congregacional.
Estos directores luchan constantemente con pensamientos como: “¡Debo orar más para que Dios me use al dirigir la alabanza!” O: “¡Debo buscar más a Dios para que la adoración sea más ferviente!” Y no es que orar y buscar al Señor no sea necesario; el problema estriba en creer que producir adoración es su responsabilidad cuando eso no es así. Estos directores son los que al final de un servicio le preguntan a sus familiares o amigos: “¿Oye? ¿Qué tal dirigí? ¿Crees que realmente ministré?” En el fondo ellos esperan sentir una palmadita en la espalda de su alma ya que sienten que no lograron cumplir su objetivo.
En una iglesia que estuve hace algunos años participé de una reunión con los líderes principales del equipo de alabanza. Éramos como ocho personas que antes de iniciar la reunión comimos y conversamos. De repente, a mitad de la reunión uno de los directores de adoración dijo frente a todos: “¡Yo quiero decir algo! Noel, yo creo que tienes un problema y es que cuando diriges no ministras. Dios no se mueve”. En eso, otro director de adoración lo secundó y a medida que presentaban sus argumentos noté que a lo que se referían, era a que yo no dirigía como ellos. Es decir, eran cuestiones de forma y no de fondo.
La crítica ocupó gran parte de la reunión y a medida que los escuchaba me fui sintiendo un tanto triste. ¿Sabe qué decidí hacer? No defenderme. A través de los años he aprendido que ante señalamientos como esos no hay forma de vencer, excepto callando.
La reunión terminó muy de noche así que apenas llegué a la casa me dormí. A la mañana siguiente me desperté con Hechos 13:2 plantado en mi mente: “Y estos ministrando al Señor…” Me quedé mirando al cielo raso acostado sobre la cama y pensando una y otra vez en el texto. De repente sentí que el Señor hablaba a mi corazón: “Nadie tiene el derecho de decir a otro si ministra o no, sino Aquel a quien va dirigida la ministración. Noel, me ministras a mí, no a las personas”.
Me sentí consolado.
Cuando un director de adoración cree que su labor es producir adoración en las personas ha perdido el rumbo y está subiendo sobre su espalda una carga que no debería de llevar. Su función como director de adoración es ministrar al Señor y esa es la misma responsabilidad de todos los que él está dirigiendo.
Por favor, te suplico que a lo largo de esta serie no olvides esto que ya dije antes: la adoración la produce la obra de la Palabra y del Espíritu en el creyente y la disposición de este a obedecer la invitación divina de adorar. Estoy convencido que los líderes de alabanza dirigirían más libremente, se sentirían más aliviados y hasta disfrutarían más el pasar al frente si se quitaran de encima el peso de creer que son los responsables de producir adoración en el pueblo de Dios. No son ellos, es Dios. No son sus talentos, depende mucho de la disposición de los creyentes. “No es con espada ni con ejército, es con mi Espíritu” dijo el profeta.