Cobrar o No Cobrar (Parte 7) - ZonaVertical.com
Vida Cristiana

Cobrar o No Cobrar (Parte 7)

Mi filosofía personal sobre las ofrendas.
Derechos, Cobrar y Gratuidad - Zona Vertical

En lo personal fue de mucha luz ver que el tema de cobrar o no cobrar está en la Biblia. En 1 Corintios 9, Pablo defiende su apostolado mencionando varias cosas, como sus derechos y el tema del dinero. Por favor, lee la siguiente porción de la Escritura. Te advierto que es una porción amplia, pero aun así te invito a que la leas detenidamente:

Esta es mi respuesta a los que cuestionan mi autoridad.[a] ¿Acaso no tenemos derecho de hospedarnos con ustedes y compartir sus comidas? ¿No tenemos derecho a llevar con nosotros a una esposa creyente[b] como lo hacen los demás apóstoles y los hermanos del Señor y como lo hace Pedro[c]¿O Bernabé y yo somos los únicos que tenemos que trabajar para sostenernos?

¿Qué soldado tiene que pagar sus propios gastos? ¿Qué agricultor planta un viñedo y no tiene derecho a comer de su fruto? ¿A qué pastor que cuida de su rebaño de ovejas no se le permite beber un poco de la leche? ¿Expreso meramente una opinión humana o dice la ley lo mismo? Porque la ley de Moisés dice: «No le pongas bozal al buey para impedirle que coma mientras trilla el grano»[d]. ¿Acaso pensaba Dios únicamente en bueyes cuando dijo eso? 10 ¿No nos hablaba a nosotros en realidad? Claro que sí, se escribió para nosotros, a fin de que tanto el que ara como el que trilla el grano puedan esperar una porción de la cosecha.

11 Ya que hemos plantado la semilla espiritual entre ustedes, ¿no tenemos derecho a cosechar el alimento y la bebida material? 12 Si ustedes sostienen a otros que les predican, ¿no deberíamos tener nosotros aún mayor derecho a que nos sostengan? Pero nunca nos hemos valido de ese derecho. Preferiríamos soportar cualquier cosa antes que ser un obstáculo a la Buena Noticia acerca de Cristo.

13 ¿No se dan cuenta de que los que trabajan en el templo obtienen sus alimentos de las ofrendas que se llevan al templo? Y los que sirven en el altar reciben una porción de lo que se ofrece como sacrificio. 14 Del mismo modo, el Señor ordenó que los que predican la Buena Noticia sean sostenidos por los que reciben el beneficio del mensaje. 15 Sin embargo, yo jamás me he valido de ninguno de esos derechos. Y no escribo esto para sugerir que es mi deseo comenzar a hacerlo ahora. De hecho, preferiría morir antes que perder mi derecho a jactarme de predicar sin cobrar. 16 Sin embargo, predicar la Buena Noticia no es algo de lo que pueda jactarme. Estoy obligado por Dios a hacerlo. ¡Qué terrible sería para mí si no predicara la Buena Noticia!

17 Si lo hiciera por mi propia iniciativa, merecería que me paguen; pero no tengo opción, porque Dios me ha encomendado este deber sagrado. 18 ¿Cuál es, entonces, mi paga? Es la oportunidad de predicar la Buena Noticia sin cobrarle a nadie. Por esa razón, nunca reclamo mis derechos cuando predico la Buena Noticia. 1 Corintios 9:3-18 (NTV)

Notas:

  • [a] 9:3 En griego a los que me evalúan.
  • [b] 9:5a En griego una hermana una esposa.
  • [c] 9:5b En griego Cefas.
  • [d] 9:9 Dt 25:4.

¿Está largo el texto no? Espero que lo hayas leído.

El apóstol Pablo explica claramente que es legítimo que quienes ministran la Palabra sean participes de recompensas materiales por su labor espiritual. Llámese ofrenda, sueldo u honorarios, no está mal que quien ministra el evangelio obtenga una ganancia para su sustento y manutención.

Hace muchos años, mientras estudiaba en la universidad, salí con unos amigos a completar un trabajo de investigación. Sin qué ni para qué uno de ellos, que no era cristiano, comenzó a hablar de cómo los pastores de las iglesias abusan de las ovejas y se aprovechan para obtener lucro financiero a costa de las ignorancia de ellas.

Cuando terminó de hablar le dije: “Oye, ¿o sea que tú crees que los pastores de las iglesias no trabajan? ¿Sabías tú que ellos dedican muchas horas para preparar sus sermones y de paso, muchas horas más para atender personas, matrimonios y familias para aconsejarlas? El trabajo de un pastor es ser un pastor y merece ser remunerado”.

Al finalizar mi explicación, le aclaré que efectivamente había pastores que caían en la categoría que él había señalado. Muchos se aprovechan del rebaño y las trasquilan financieramente. Sin embargo, hay pastores que son rectos y no abusan de las ovejas. Unos minutos después de que habíamos cambiado de tema, me dijo con tono humilde: “Tienes razón. Nunca me había puesto a pensar de que el trabajo de un pastor es ser pastor y debe ser remunerado”.

Volviendo al pasaje que leímos del apóstol Pablo, es interesante ver cómo describe su filosofía ministerial de no usar de su derecho de recibir una paga con tal de predicar la Buena Noticia sin cobrarle a nadie” (v. 18). ¿Lo notaste?

En este punto, permíteme preguntarte: ¿Cuál es tu filosofía ministerial con respecto a las ofrendas? ¿Sugieres una ofrenda a quienes te invitan o exiges un pago mínimo inamovible? ¿Cómo manejas este tema cuando recibes una invitación? Independientemente de tu respuesta, te animo a que cuando te inviten no se convierta en un obstáculo a la Buena Noticia acerca de Cristo (v. 12).

Algunos objetarán que este pasaje se aplica estrictamente a los predicadores de la Palabra, es decir, a los pastores, misioneros, evangelistas, etc., que el texto no tiene que ver con los ministerios musicales itinerantes. Pero vamos, ¿qué son los cantantes y músicos que ministran en la iglesia? ¿En qué categoría caen quienes se dedican parcial o totalmente a la música cristiana? ¿No son predicadores de la Palabra que comparten el evangelio a través de sus canciones y testimonios?

La respuesta es obvia, ¿no? Por lo tanto, este pasaje puede aplicarse a los ministerios musicales.

Cuando yo estaba a punto de lanzar mi disco, dediqué varios meses para conversar con predicadores con respecto al manejo del dinero y de paso, a preguntar a amigos músicos sobre sus puntos de vista. Las respuestas fueron variadas, desde quienes me dijeron que debía cobrar hasta quienes me sugirieron que mi servicio debía ser gratis.

La verdad terminé de definir mi propia filosofía ministerial sobre el dinero al leer las palabras de Pablo en 1 Corintios 9. Yo tomé la decisión de imitar al apóstol Pablo y definí para mi propia vida que sea donde me inviten presentaría “gratuitamente el evangelio de Cristo”. Ya sea predicar o cantar, yo no pido una ofrenda mínima.

Como me dijo un amigo que respeto mucho: “En este momento no cobras; espera a que te dediques a tiempo completo a la música y tengas una familia. ¡A ver si sigues manteniendo esa postura!”

Podría ser.

La otra vez otro amigo se sorprendió (y medio me regañó) cuando se enteró de que no cobraba por mis talleres de composición. Me dijo: “¿¡Qué quééé!? ¿Por qué no te pagan por eso que haces? ¡¡Deberían!!”

En otra ocasión una pastora que acostumbra aceptar invitaciones a predicar, me dijo con tono de queja: “Noel, ¡no entiendo por qué la gente no le ofrenda a uno cuando va a predicar! Y si te ofrendan, ¡te dan bien poquito!” Mientras la oía en mis adentros pensaba: “Yo no quiero ser así. No quiero andarme quejando de si me dan o no me dan dinero”.

En parte ver este tipo de actitudes me hizo tomar la decisión que tomé.

Hace unos meses fui a impartir un taller de composición a una iglesia aquí en El Salvador. El taller duró cuatro horas y de paso, me pidieron quedarme a predicar en el culto de jóvenes de la noche. Estuve allí desde las 2:00 PM hasta las 8:00 PM. Llegué a mi casa a las 9 de la noche. ¡Estaba cansadísimo!

¿Sabes cuánto me dieron de ofrenda por serviles toda la tarde? No te voy a decir, pero lo que sí es que cuando tuve ese billetito de un solo dígito en mis manos casi me pongo a llorar, je. No de tristeza, sino de compasión porque esta iglesia de afueras de la ciudad quiso bendecirme a pesar de su poca capacidad.

Me ha pasado en dos ocasiones. He ido a enseñar a un par de países y las dos ocasiones me han ofrecido reponerme el boleto de viaje. ¿Sabes qué ha pasado? No me han cumplido su palabra. Como bien me dijo un amigo hace mucho: “Es que tú tienes otra fuente de ingresos y no tienes una familia que sostener. Por eso te ha despreocupado el tema”.

Aun así, te mentiría si te digo que no me he sentido desilusionado con estas experiencias. Pero como en mi corazón yo propuse no quejarme sobre el asunto nunca abordé el tema con quienes me invitaron. Al ver todo lo que gasté y que no me repusieron la plata no creas que no he considerado cambiar mi filosofía de servicio; sin embargo, como no he sentido dirección de Dios de poner un pago mínimo, entonces no lo he hecho.

Eso sí, estoy siendo más prudente.

¿Significa esto que mi método es el mejor y el de los demás está equivocado? ¿Soy mejor que otros solo porque no establezco un pago mínimo? ¡Para nada! Simplemente mi filosofía personal sobre las ofrendas es que yo no voy a solicitar nada excepto transporte, alimentación y hospedaje. Si me ofrendan, ¡bien! Y si no… ¡También! De paso, estoy aprendiendo a no juzgar equivocadamente a quienes piden una ofrenda mínima cuando van a las iglesias o participan de eventos gratuitos. Y también a no juzgar mal a quienes cobran grandes sumas de dinero en eventos cobrados.

Te anticipo que dentro de un par de entradas explicaré por qué es correcto que los cantantes cobren en estos eventos y de paso, por qué no es pecado realizar eventos cristianos y se cobre por la entrada.

Mientras tanto, a todos aquellos predicadores o cantantes que no son conocidos o que más o menos son populares, les animo a que su corazón no se preocupe desmedidamente por el dinero. Sea que tú pidas o no pidas una ofrenda mínima como requisito para ir a un lugar, cuida tu actitud interior con respecto al dinero. No cometas el error de exigir una cantidad y a la vez desobedecer la voluntad de Dios de ir y bendecir a la iglesia solo porque no satisfarán tus caprichos económicos. Vamos, se flexible. Confía en Dios para tus necesidades y adopta una filosofía de servicio conforme a los principios de la Palabra.

Continúa…