Al momento de escribir este artículo se me vienen a la memoria, viajes, recitales, congresos, campamentos, giras, experiencias y vivencias con mucho significado, tantos eventos que mejor sigo escribiendo y no hago cálculos de cómo ha pasado el tiempo.
¿Qué me motiva a escribir sobre lo que indica el título? Es muy sencillo: A lo largo de los años he vivido y he sido parte de distintos eventos, por eso recalco que son muchas experiencias y varios detonantes que me llevan a la necesidad de hablar — creo tener algo de conocimiento, en general, acerca del tema.
Como para dar un puntapié inicial, el problema en la mayoría de los casos es la falta de experiencia para encarar algunos proyectos, eventos, recitales, o shows, llámalo como más te guste, pero en todos los casos el primer error es creer que porque “siento hacerlo”, entonces voy a hacerlo bien.
El sentir está bien como punto de partida. La visión, el querer hacer algo, todo esto se nubla y carece de sentido si no le sumamos experiencia, conocimiento del tema, costos, recursos (humanos y financieros), apoyo, y herramientas necesarias. El sentimiento nos lleva a embarcarnos en cosas que en la mayoría de los casos no estamos preparados para afrontar. Ojo, no porque no podamos hacerlo, pero si lo pienso en frio, ¿puedo llevarlo adelante? ¿Tengo los conocimientos necesarios, equipo y medios para hacerlo?
Me ha tocado realizar giras con cantantes y ministros, nos han llamado de distintos ministerios para pedirnos que vayamos a una reunión y en el momento de hablar con el encargado sobre detalles técnicos y el “Rider”, muchas veces me encontré con preguntas como, ¿y eso? [Rider: es la planilla que refleja los requerimientos técnicos de sonido y planta que un artista necesita para poder ejecutar su música]. O en otros casos con respuestas como: “Ah, no sabía que tenía que pagarles un viático”, y el hermano estaba queriendo traer a una banda radicada en otro país. ¿Qué es lo que nos lleva a pensar que un grupo o ministerio que realiza giras, visita a otros países, lanza discos nuevos, hará todo esto de su propio bolsillo? Bueno, la respuesta es fácil, la falta de conocimiento y experiencia. ¿No dice acaso la Biblia que “Los que trabajan merecen recibir su sustento”? (1 Timoteo 5:18 PDT)
Es verdad que debemos diferenciar por un lado quienes tienen la buena voluntad e intención de aquellos que no saben, pero en la marcha preguntan, van adquiriendo experiencia, tienen el espíritu para emprender y gente los apoya, y por otro lado aquellos que saben cómo hacerlo, tienen los recursos pero en la marcha se dan cuenta que no podrán cumplir con lo pautado, y luego desaparecen sin hacerse cargo de las cosas que emprendieron.
Hagamos desde aquí un paréntesis y vayamos al quid de la cuestión. No es el motivo del artículo desmotivar a aquellos que quieren hacer cosas para bendecir a otros, sino llevarlos a que su próximo evento sea de excelencia; pero sí desenmascarar a quienes de alguna manera toman compromisos que desde el comienzo saben que no van a poder cumplir, y sin embargo siguen como si nada.
A veces pienso si acaso muchas películas de Hollywood se habrán inspirado en nuestras vivencias y experiencias.
Para llevar adelante un evento tipo recital estándar, se necesita mínimamente contratar algo de publicidad (campaña de mailings, publicidad en radios y en algunos casos TV), gráfica del evento, gastos del lugar (en ocasiones se hace en locaciones propias), gastos de la banda (ofrenda o caché), dependiendo de la banda hospedaje y comidas, luces, sonido y algún otro particular esporádico. Todo esto tiene un costo y significa afrontar varias responsabilidades.
Ahora, al momento de cumplir con todos estos compromisos que asumimos como organizadores, la pregunta sería: ¿por qué dejamos librado al azar de la venta de entradas el pagar a todos o no hacerlo? Un mínimo ejemplo es el grupo o banda que apartó la fecha, tal vez renunciando a otra invitación, desde el vamos ya se comprometió con mi evento y por ende eso tiene un costo: logística, y responsabilidad por parte del grupo hacia mi como organizador.
Veamos este simple ejemplo: Si fuéramos a pedir un préstamo al banco y dejáramos de pagar una sola cuota, nos generaría un problema financiero, intereses extraordinarios, y dificultades con nuestro crédito, limitando cualquier otra posibilidad. Sin embargo en nuestros eventos cristianos a veces parecería estar mal, o desubicado, cuando te enfrentas a algún “avivado” que no quiere cumplir con lo que pautó. Es honrado reclamar lo que corresponde, siempre y cuando esto no sea un abuso, y se haya pautado un precio justo por cada trabajo realizado.
Que sea para Dios no quiere decir que sea gratis o que no conlleve dejar muchas otras cosas, invertir tiempo y fuerzas. Pero lamentablemente “muchos” se agarran de esto y encubren su falta de responsabilidad vistiéndola de servicio, simplemente para sacar provecho y no cumplir con sus responsabilidades. Estas cosas no deberían callarse, y dejar en claro que si se tuvo la necesidad de contratar un trabajo (difusión, prensa, publicidad), y la otra persona pone su conocimiento, contactos, relaciones a tu servicio, entonces eso debe ser remunerado como corresponde, porque para llegar al resultado deseado, seguramente costó años de estudios, trabajo, lágrimas y esfuerzo.
No está de más el aclarar que para llevar adelante un buen trabajo — evento, recital — es indispensable no hacerlo solo. Por obvio que suene es necesario dejar en claro que un respaldo siempre será la garantía de que las cosas estarán encaminadas. Buscar auspiciadores, que ayuden a ir descartando gastos, formar un equipo de trabajo y poder delegar distintas áreas. No querer abarcar todo es la clave para que todo realmente funcione y nos da la pauta de ocuparnos de la visión general del evento. En cuanto a apoyo entiéndase familiares, amigos, mi iglesia o pastores de mi zona.
Otro punto importante es la precaución, porque para reclamar lo que corresponde es necesario ser cauto y actuar como tal. Si haces algún trabajo hazlo como corresponde. Con esto me refiero a tener tus facturas, realizar un contrato por el trabajo y dejar en claro las condiciones con anticipación. De esta manera uno tiene las herramientas para poder reclamar lo que es justo. Todo lo que implique condiciones, cuestiones técnicas, detalle del trabajo pedido u ofrecido. Si es un grupo, lo que necesita para ejecutar su presentación, tiempo del show, algún requerimiento especial si se justifica.
Todo esto y por el bien de ambas partes, para llevar un orden y que las cosas sean claras, entonces debe estar detallado. Llámale contrato, un email con el visto de ambas partes, en fin, tener un orden siempre beneficia a ambas partes y lleva a una relación más ágil y transparente.
Vale aclarar que detrás de muchos organizadores — y me incluyo — a veces existe una motivación errónea. Si bien el evento pretende exaltar a Dios y predicar el evangelio (que es lo correcto), el ver que “Yo” lo realicé, o “Yo” traje tal banda, es más fuerte que el propio juicio que me permite analizar cómo realmente está saliendo todo.
He realizado eventos junto a artistas internacionales, con organizadores amigos, o conocidos y me he dado cuenta de que por la relación que uno tiene, a veces la confianza nos juega también una mala pasada.
En oportunidades hasta último momento dejé pasar detalles, sabiendo que necesitaba cubrir otras cosas y me encontré a minutos de dicho evento persiguiéndolos para que por favor cubrieran lo que habíamos pautado (entiéndase costos de pasajes aéreos y detalles esenciales para poder seguir en medio de una gira). Respuestas como “ah, pero habla con tal o cual; Dios está en medio, él va a entender”. Tengamos por seguro algo, si Dios está en medio, entonces las cosas tienen que ser claras, tiene que haber cuidado, respeto y si las cosas salen mal — que es factible –, al menos tener la humildad de hacerse cargo, charlar, quedar en contacto, y no esquivar las llamadas de quienes quieren y necesitan una respuesta.
La sinceridad y humildad se demuestran en pequeños actos: hablando, siendo transparente, comunicando. Siempre que hagamos algo, pueden haber muchos factores que nos lleven a un mal resultado, pero nuestra actitud y transparencia hacia quienes están involucrados hará la diferencia. En una palabra, debemos hacernos cargo, solucionar o dar al menos la certeza de una solución en un plazo definido.
Con los años aprendí también algo muy importante — que probablemente te habrá pasado — y es que hubo situaciones donde me tocó afrontar cosas para las que no estaba preparado. Nadie nace con la experiencia de hacer algo. En mis primeros eventos me hablaban de temas y cuestiones técnicas que realmente desconocía, pero hay algo, un detalle que me permitió avanzar, y fue el rodearme de aquellos que ya tenían experiencia.
Me di cuenta que preguntar, consultar, decir que de algo no sé, no es signo de ignorancia y encontré mejor respuesta y aceptación que pretender sabérmelas todas, y quedar mal. Es sabio pedir consejo, es sabio preguntar y entender que lo que a mí me parece inalcanzable, hay otro que ya lo paso. Esto te evitará pasar momentos incomodos y ayudará a consolidarte con tu equipo de trabajo.
Estamos en un tiempo en el cual las comunicaciones, las redes sociales, e Internet, nos ayudan de manera sorprendente y hoy es más fácil llevar adelante un evento de cualquier tipo. Contamos con un canal de difusión mucho más acelerado y directo al público que queremos llegar; pero ojo, porque también puede ser un difusor de los malos resultados.
Por eso seamos conscientes, responsables, organizados; cuidemos a nuestra gente y también a aquellos a los cuales llegaremos con el mensaje en nuestros eventos.
Fuimos llamados a hacer cosas con excelencia y esa debe ser nuestra motivación, porque si todo sale bien, si cada detalle está cuidado, si la gente que trabaja con nosotros está motivada y remunerada como corresponde, entonces el canal para este mensaje no tendrá ninguna interrupción, y todos serán realmente bendecidos.
“Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría.” (Eclesiastés 9:10 NTV)
“Le pido a Dios que el amor de ustedes desborde cada vez más y que sigan creciendo en conocimiento y entendimiento. Quiero que entiendan lo que realmente importa, a fin de que lleven una vida pura e intachable hasta el día que Cristo vuelva” (Filipenses 1:9-10 NTV).
[Escrito originalmente para Especialidades Juveniles. Publicado con permiso]