Eran las 2:17 AM cuando sonó el teléfono como una alarma. Malas noticias para Roberto. Su hijo había chocado después de quedarse dormido en el volante y estaba atrapado en el vehículo. Se vistió lo más rápido posible y salió volando a buscarlo. En el camino estaba pensando cómo iba a reaccionar. Estaba muy preocupado por el estado físico de su hijo, pero a la vez estaba muy molesto con su conducta.
No tuvo tiempo de pensar mucho. Lo encontró a solo 50 metros de la casa. Las puertas no se abrían, así que tuvo que forzar la puerta trasera para que saliera. Gracias a Dios el airbag lo había protegido del impacto y estaba ileso pero aterrorizado. El vehículo de su esposa, sin embargo, estaba destartalado, era una pérdida total.
Esta experiencia, que pudo haberle ocurrido a cualquier persona, me puso a pensar sobre qué es lo que causa conflicto en las familias. Los conflictos familiares, realmente son inevitables. Pero el conflicto se puede resolver efectivamente si entendemos las causas del mismo, y aprendemos nuevas estrategias para manejarlo.
¿De dónde viene el conflicto en mi familia?
La mayoría de los asuntos que afectan a las familias tienen que ver con conflicto relacional. Las relaciones familiares están afectadas por su estructura, sus valores, su contexto y su etapa de vida. De manera que los problemas relacionales de familias con adolescentes son distintos de las familias con niños jóvenes, o con padres seniles. Pero, a pesar de esos factores, los conflictos familiares ocurren generalmente por:
- Expectativas distintas. Esta es la causa más común. El papá espera que el adolescente cumpla con las reglas de la casa; el adolescente no quiere saber nada de reglas. La esposa quiere ahorrar el dinero; el esposo quiere comprar la nueva televisión de 60 pulgadas, para ver deportes. Cómo se alinean esas expectativas, resuelve o agrava el conflicto.
- Expresiones confusas. “Tú dijiste que sí, pero ahora me sales con que no”. Comunicar necesidades, deseos y planes es un proceso que empieza muy temprano en la familia. La madre del infante predice las necesidades de su hijo(a) sin que use palabras. De grandes, algunos esperan que sus familiares sigan adivinando sus necesidades sin comunicarlas claramente. Es decir que a veces decimos algo cuando en realidad queremos decir otra cosa. Esto siempre resulta en conflicto.
- Escasez de recursos. Ninguna familia tiene todo lo que quiere y aquellas que están llenas de recursos financieros, muy seguido carecen de los recursos emocionales o salud para enfrentar sus circunstancias. No hay familia perfecta sin problemas. Cuando hay escasez de recursos (sean cuales fueren) hay tensión y conflicto en la familia.
- Estancamiento en etapas. Hay tiempos muy lindos en la vida familiar y muchos queremos que ciertas etapas duren por siempre. Y allí nos quedamos estancados. No queremos lidiar con las transiciones que vienen por cambios de edad, separaciones, muertes o pérdidas. Si hay algo que es inevitable en todas las familias, es el cambio. Pero todos nos resistimos al cambio de una forma u otra. Y es que muchas veces el cambio es doloroso y cada familiar lo procesa de manera distinta. Unos miembros de la familia lo aceptan; otros pierden su rumbo divagando sin encontrar su compás.
¿Cómo salir del conflicto?
- Reflexionar en lo que está pasando. Estas son preguntas claves para ayudarnos a reflexionar: ¿Qué es lo que realmente me molesta de esa conducta? En el caso de su hijo, a Roberto no le molestó tanto que chocara el vehículo, sino que actuara tan irresponsablemente. ¿Qué me está desafiando en esta situación? La mayoría de las veces tenemos miedo de estar perdiendo el control. Por eso, debo aclarar, ¿a qué le tengo miedo? ¿Qué es lo que me hace sentir fuera de control? Lo más útil es reflexionar sobre lo que la otra persona está experimentando. ¿Por qué está reaccionando mi familiar de esa manera? ¿Hasta dónde puedo ser flexible con sus necesidades? ¿Qué es lo peor que puede suceder si hago esto de otra manera?
- Responder de una manera distinta. Esa madrugada, cuando Roberto recibió la llamada de su hijo, estaba listo para desatar rayos, truenos y centellas. Sin embargo, en el trayecto decidió que en vez de hablar iba a escuchar. Al sentarse con su hijo sólo le preguntó: ¿Cómo es que llegaste a esta situación? Él analizó su conducta y sus decisiones con una claridad inesperada, y dijo: “Tengo que dejar de ser un niño”. De haberle gritado y reclamado, no hubiera logrado sino alienación. Sin embargo, al reaccionar distinto, el joven formuló su propia respuesta y cambió su conducta, tomando responsabilidad.
- Re-educarse (buscar ayuda). Algunas veces no importa lo que tratamos, siempre regresamos a los mismos patrones de conducta. Y esto no es por falta de voluntad. Es que simplemente no podemos cambiar algo por nosotros mismos. Estamos enrollados en la telaraña de las dinámicas familiares y no podemos salir por nuestra cuenta. En esos momentos necesitamos aprender destrezas o utilizar herramientas que no tenemos. Allí nos hace falta buscar ayuda. Esa ayuda puede encontrarse en libros, o seminarios. Pero en muchos casos requiere de ayuda profesional. Si tiene caries en una muela, se la puede sacar usted mismo; pero es infinitamente más sano y beneficioso ir a un dentista.
- Resolver etapas. El sabio más importante de la historia, Salomón, nos reta: No preguntes: ¿Por qué los tiempos pasados eran mejores que los de ahora? Eso no lo pregunta un sabio. Aceptar el cambio en la vida y etapas de la familia es siempre un reto. Pero cuesta más quedarse atrapado en una etapa que no tiene relación con la realidad que está viviendo la familia. Pero sí podemos cambiar la nostalgia del pasado por la anticipación de la nueva etapa que empieza con este cambio. Los cambios siempre vienen con ritos de pasaje. Pasar por la celebración del matrimonio o por el llanto y duelo del funeral es una forma sana de resolverlo. La otra forma es aceptarlo.
¿Qué cosas están causando conflicto en tu familia? ¿Cómo estás manejando ese conflicto?
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